El camaleón era feliz con la sardina. Y la sardina era feliz con el camaleón. Como vivían en medios muy distintos, no podian verse tan a menudo como querían, pero eso no les impedia ser felices.
Un día, mientras el camaleón bajaba de su árbol y la sardina se dirigía a la orilla, una maragota se alejaba de la orilla y se encontró con la sardina. La sardina vio que le gustaba, y decidió irse con la maragota. Y así fue como el camaleón se quedó solo y abandonado por la fuente de su felicidad.
El camaleón volvió a los árboles, queriendo pensar que realmente era lo mejor. Al fin y al cabo, la sardina y él vivían en medios demasiado diferentes.
Mientras estaba en los árboles, buscando algo de comida para animarse, el camaleón se encontró con el colibrí, su amigo desde hacía tiempo, y alguien en quien podía confiar. El colibrí, en vez de animarle, se enfadó con él, pues no era capaz de dejar de pensar en su felicidad.
El camaleón, dolido por las duras palabras de quien creía su amigo, se marchó a otra rama. Pensó en echarle la lengua al colibri para asustarle y que viera lo dolido que estaba con él, pero siendo como era un animal calmado y poco dado a gestos tan belicosos, decidió ignorarle y seguir su camino. Y se fue pensando en que el colibri habría podido darle felicidad, aunque fuera transitoria.
El camaleón volvió a los árboles, queriendo pensar que realmente era lo mejor. Al fin y al cabo, el colibrí y él vivían en medios demasiado diferentes.
Cuando llegó al linde de los bosques en los que se había instalado, el camaleón se encontró con el lobo. Hacía poco que ambos habían trabado amistad, y el camaleón todavía no lo conocía demasiado bien, pues el lobo era un animal extraño. Taciturno a veces, y de reacciones imprevisibles. El lobo notó que su amigo estaba algo deprimido, y tras conocer su historia, trató de darle consuelo. Y el camaleón obtuvo felicidad, una felicidad transitoria, pero felicidad al fin y al cabo.
Al poco tiempo, el lobo se marchó. Era un animal extraño, y necesitaba dar rienda a sus excentricidades y seguir su propio camino. Y el camaleón se dio cuenta de que el momento había pasado, y que el lobo volvía a su medio natural. El tiempo de la felicidad transitoria había terminado.
El camaleón volvió a los árboles, queriendo pensar que realmente era lo mejor. Al fin y al cabo, el lobo y él vivían en medios demasiado diferentes.
El que sepa entender, que entienda.
lunes, 8 de marzo de 2010
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