Mi historia no es nada especial. Bueno, para la mayoría de los pobladores racionales del mundo, quizás sí. Pero para una parte de ellos, una muy pequeña, aunque no sabría definir cuantos, somos tan pocos los que duramos, y tantos los que surgimos... En fin, para unos cuantos, mi historia no es realmente especial.
Nací... bueno, no lo recuerdo. Por entonces, como la guerra era constante, nadie apuntaba cuando nacía un niño. Ni siquiera si era un hijo de la nobleza navarra. Más tarde, cuando pregunté a la gente cercana, tampoco fueron capaces de decirmelo. Solo me dijeron que cerca del día de Santiago, así que para mí, ese fue mi cumpleaños durante un tiempo. ¿Qué año? No lo sé, no me importa, ya no. ¿El año 867 después del nacimiento de nuestro señor Jesucristo? ¿El 904? ¿Quizás el 956? Da igual. Un siglo más o menos no importa. No cuando llevo desde entonces suelto por el mundo. De todas formas, de una manera u otra, morí 25 años después.
Sigo aqui, ¿no? Sí. Sí, llevo más de mil años dando guerra, y nunca mejor dicho. Soy un guerrero. Fui un cruzado. Y ahora sigo en la Yihad. En una que empezó antes de la aparición del Profeta mahometano. Antes de la llegada del Mesías de Judea. Antes de que Moisés guiara a su "pueblo elegido por Iahvé". Mucho antes de que los egipcios se asentaran en el Nilo, esta Yihad ya estaba en marcha.
No me hago ilusiones. Es probable que la Yihad me sobreviva. Pero habré tenido mi papel en ella. Y he cumplido con dignidad con el guión. Nuestro padre fue elegido como juez por sus hermanos, para ellos y sus hijos, y los hijos de sus hijos, y así por toda la eternidad. Era el único de confianza para ello. Y nosotros, sus hijos, hemos seguido actuando desde entonces según ese papel asignado. Juez, investigador, fiscal, abogado, verdugo. Los que muestran ser dignos del regalo que se les ha entregado, de la maldición que se les ha impuesto, sobreviven. El resto son solo escoria que espera una muerte que desean rápida e indolora.
No lo merecen. Será rápida, sí. No merecen que les dediquemos más tiempo que el imprescindible. Pero no será indolora. Sufrirán. Llorarán sangre, se quemarán al sol, gritarán de dolor, se retorcerán entre estertores de muerte. Y se convertirán en polvo. Polvo al polvo.
Tiempo al tiempo. La hora final de muchos se acerca. Dicen que el fin de la Yihad está cerca. No lo sé, no me importa. Pero lo agradeceré. Llevo demasiado tiempo siendo un soldado. Nací, y mate a muchos antes de morir. Pero no son nada comparado con los que he matado desde que estoy muerto, apenas una brizna en una pradera de la que no se ve el final en el horizonte.
Cuando llegue el fin de la Yihad, podré ocuparme de ciertos asuntos personales. Dicen que la venganza es un plato que se sirve frío. Tras mil años, ya debe de estar congelado. La pradera se teñirá de rojo escarlata.
lunes, 30 de noviembre de 2009
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